BIEL AMER
El desconcierto en el arte se ha hecho más evidente en la pintura cuya falta de renovación en los contenidos ha ido pareja con una mayor dejación hacia la calidad de la obra, su aspecto formal ha ido deteriorándose, hasta límites cuyo fondo parece no existir. Si los planteamientos de los ochenta parecen caducos y las tímidas respuestas de los noventa no han siquiera llegado a concretarse.
¿Cómo afrontar los nuevos retos, cruzando ya el umbral del nuevo siglo? La respuesta, momentáneamente, llega de los mismos pintores, aquellos que sin alboroto han ido realizando una obra que desvela pasión por la pintura, el gusto y el placer por pintar.
Este año ya se han podido ver la renovada persistencia en el trabajo pictórico de Rafa Forteza y ahora mismo, un clásico como Hernández Pijoan, sigue ofreciendo muestras de su indudable capacidad para renovar la propia pintura sin necesidad de traicionar su espíritu. Entre ambas exposiciones ha emergido la figura de Cris Pink (Koblenz, 1956). Cuando parecía que su quehacer pictórico quedaba relegado a una afición puntual, a un ejercicio a destiempo, su reciente exposición en la galería Horrach Moyà redescubre a una pintora que desde la quietud y el silencio ha sabido elaborar una obra cuyo punto de partida y de llegada es la pintura. Así, escuetamente.
Hay en los cuadros de estos últimos años presentado por Pink, más pintura que en las innumerables y ociosas muestras cuyo único objetivo se centraba en mostrar las carencias de los propios pintores, exhibidas desde la más insana proliferación de aspirantes, más preocupados por impresonar, o vender, que en crear, en realizar bien su trabajo. Cris Pink, como Rafa Forteza y Hernández Pijoan, por citar nombres propios aún en cartel, nos permiten volver a gozar con la pintura, a sentir como cada pincelada responde a una necesidad expresiva propia, no impostada.
Esta reaparición de Cris Pink no es el resurgir desde las cenizas, sino el fruto de un proceso de trabajo serio y eficaz, decidido desde la necesidad expresiva y no de la urgencia para con la exposición. Asumida esa condición de pintora y aparcada cualquier perentoriedad, la pintora de Pink ha ido germinando desde la dedicación más íntima y se nota extraordinariamente en esta última serie de trabajos.
Su pintura anterior ya contaba con tímidos avances que en muchos casos llegaban apegados a formas heredadas desde su formación o deudoras de movimientos vinculados a la abstracción más gestual, incluso colorista. La búsqueda de un lenguaje propio, con su modo de entender la pintura, le llevó pronto a unas variaciones sobre conceptos minimalistas aunque descartando opciones monocromáticas. Así, su pintura fue afianzándose sobre recursos propios, acotaciones a una manera de afrontar la pintura sin estancar ningún valor y abierta a variantes difíciles de predecir.
La presente exposición en la galería Horrach Moyà es una propuesta abierta sobre diversos frentes. Uno de ellos inspirado en la pintura de Agnes Martin, nos propone una mirada en la que la repetición no resulta monotonía y su aparente minimalismo está dotado de un movimiento interior muy sugerente. Uno de los cuadros que mejor representa esta opción es “Shelter”. Sin duda, la mejor selección de propuestas está en la serie de pinturas cuyo título nos remite al color de la obra (Blanco, Azul, Negro, Rojo, Naranja…) entendido éste como tono dominante aunque la destreza de la pintora le permite incorporar matices luminosos y transparentes de gran preciosismo y eficacia.
Cris Pink nos devuelve la pintura en un estado puro, sin manipulaciones, permitiendo que el espectador observe el cuadro, abriéndole campos emotivos, estelados o profundos, siempre soportados por la pintura, no sirviéndose de ella para elaborar discursos o falsos encuentros, ni figurativos ni abstractos, sólo espacios vivos donde el color y sus matices expresan y destilan un bagaje poético que arranca siempre desde la pintura.
DIARIO DE MALLORCA, 7 de junio de 2002. Suplemento Bellver – Arte
Cris Pink. Galería Horrach Moyà. Hasta mediados de junio